jueves, 14 de diciembre de 2006

De chiquilín...


Hace un par de años leí el libro: "Sobre Héroes y Tumbas", de Ernesto Sábato; allí en unos de los capítulos el autor trascribía el estribillo de un tango.
Hasta ese momento, este género musical era algo totalmente desconocido para mi, eso que escuchaban "mis abuelos", nada mas. Pero como el arte en cualquiera de sus ramas jamás va a pasar de largo el alma de aquel que tenga curiosidad, heridas ó alegrías, aquel tanguito se convirtió en la puerta de entrada a los amores y desamores, a la bendita calle con un farol, al otoño del alma, a los besos brujos, a la pasión mas pasional, a la seducción del baile para convertir a una niña en una muñeca brava, al naranjo en flor que nos deja la primera primavera, al afiche de alguna decepción
"Desde al alma" les dejo ese tango tan especial para mi, espero despierte algo en ustedes:


Como abrazado a un rencor
Música: Rafael Rossi
Letra: Antonio Miguel Podestá

"Esta listo", sentenciaron las comadres y el varón,
ya difunto en el presagio, en el último momento
de su pobre vida rea, dejó al mundo testamento
de estas amargas palabras, piantadas de su rencor...

Esta noche para siempre terminaron mis hazañas
un chamuyo misterioso me acorrala el corazón,
alguien chaira en los rincones el rigor de la guadaña
y anda un algo cerca el catre olfateándome el cajón.
Los recuerdos mas fuleros de destrozan la zabeca:
una infancia sin juguetes, un pasado sin honor,
el dolor de unas cadenas que me queman las muñecas
y una mina que arrodilla mis restos de varón.

Yo quiero morir conmigo,
sin confesión y sin Dios,
crucificado en mis penas
como abrazao a un rencor.
Nada le debo a la vida,
nada le debo al amor:
aquella me dio amargura
y el amor, una traición.


Yo no quiero la comedia de las lágrimas sinceras,
ni palabras de consuelo, no ando en busca de un perdón;
no pretendo sacramentos ni palabras funebreras:
me le entrego mansamente como me entregué al botón.
Solo a usté, mama lejana, si viviese, le daría
el derecho de encenderle cuatro velas a mi adiós,
de volcar todo su pecho sobre mi hereje agonía,
de llorar sobre mis manos y pedirme el corazón...


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